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Mostrando las entradas de 2020
La aniquilación del tiempo Relojes que en su eterno caminar Incluso sin conciencia de sus brazos Firmes, marcan del Gran Misterio el paso Y el ritmo inexorable de su andar Razón esclavizada de pensar Que el tiempo alcanzará un día su ocaso Que el pasado es real, que el resto es falso O que sólo es posible imaginar Razón, eres virtud de la humanidad Eres potencia justa, ¡eres calvario! Falsas promesas de felicidad ¡Oh razón, eres un mal necesario! Un malogrado filtro de verdad Mientes como un reloj, vil, carcelario.
...you stood by my side And life is wine 🍷

El suicida

La vida son sólo metáforas. Anoche soñé que un amigo —alguien sensible al caos— me acompañaba a ver a Juan Carlos y la Anto. Por algún motivo Pedro no quería ir. Todo iba bien, conversábamos de la novela que la Anto está a punto de publicar y nos tomábamos un trago mirando la noche penquista desde el piso quince. Yo también —en la vigilia, al menos— vivo en el piso quince. Yo también escribo una novela. Por eso me interesaba mucho lo que la Anto tuviera que decir al respecto. Pero mi amigo la cohibía, la incomodaba con sus maneras en extremo sensibles. Era él, en el sueño, un objeto delicadísimo e inestable. Y como era de esperarse, se rompió. No recuerdo exactamente qué dijimos o hicimos, pero sí que hubo algo ofensivo y violento en nuestras expresiones, en nuestra forma de referirnos al mundo, a él, a nosotros mismos. Mi amigo siente el impulso suicida que yo percibo en su forma de mirar la ventana. Era como si la ciudad lo llamara al abismo, a destruirlo todo. Y yo sentía su deseo.

La salud y la disonancia

Mi mal, como médico, es el diagnosticar constante —en ratos ociosos me hallo incluso, si me lo permite la palabra, diagnosticando lo indiagnosticable—. Que pueda hacer algo al respecto, ofrecer un tratamiento propicio, analgésico y curativo, no, eso no siempre es posible. Pero el análisis del que el algoritmo diagnóstico se vale involucra, ante todo, una disposición clínica abierta y analítica, concienzuda, siempre alerta para notar aquellas sutilezas que, en su conjunto, engloben un síndrome calificable como enfermedad. Y este último concepto no sólo es ambiguo, sino también elástico y cambiante, mas no por eso difícilmente alcanzable. Al contrario, todo indica que, aunque se lleve a cabo un exhaustivo cuidado de todas las dimensiones que componen al ser —física, mental, espiritual—, la enfermedad y su decadencia es el destino inexorable de todo cuerpo: así como lo son las arrugas para la piel lo es la artrosis para los huesos. Aún conociendo este fatídico desenlace, los médicos luc

Soñé que respiraba como un pez

Soñé que respiraba como un pez, me hundía en el agua en cada exhalación y, cuando ya no quedaba aire en mis pulmones, buscaba con mis brazos la superficie hasta que llegaba a ella junto a otros peces. Y después, colmado de oxígeno, bajaba de nuevo a las profundidades burbujeando lentamente el aire ya respirado, una burbuja más liviano y un centímetro más abajo, sin tocar nunca el fondo. Los peces me llevaban ventaja: hacían todo el proceso con tanta naturalidad que, visto desde afuera, sólo se apreciaba un fluido movimiento ondulante que recordaba un tórax expandiéndose con elegante armonía.

Rimas de confinamiento

Al escuchar la canción de mi infancia recordé hoy el pasado y no es que me invada la melancolía, no es que el presente se siente extraño. Pienso, igual que siempre hablo, bailo, canto mas algo cambió para siempre aunque siempre algo haya cambiado. Es que hoy el yugo de la inconsistencia de la Vida me resulta tan pesado ¿Será que la Muerte ronda de cerca a los confinados? Y la Muerte, que es el cambio y el cambio, que es eterno desde siempre anda paseando por el cambio, por el tiempo. Siempre y nunca son hermanos en la casa de Verdad Nueve habitan en su gloria ¡Es el presente sincero de la Eterna Majestad! Nueve no es el sentimiento cuando el peso de saber —es humano el razonamiento es divino el conocer— se disocia el corazón se quebranta el aliento y el cambio y su dureza implacable se hace ver.     (Penas de confinamiento       tan humano he de ser       ¿Es esa la mortaja         que me puse yo al nacer?   

¿Por qué leer?

En este #DíadelLibro quiero compartir un ensayo que escribí el año pasado sobre por qué leer. Espero que disfruten sus lecturas y sigamos promoviendo la cultura y las artes, que tanto bien nos hacen.     ¿Por qué leer? ¿Por qué leer? ¿Para qué gastar el tiempo en descifrar ideas de un pasado extinto en vez de aprovechar al máximo el presente? No es fácil convencer a quien jamás se ha formado el hábito de que la lectura no es un fatigoso ejercicio de concentración mental, sino una forma de enriquecer el alma. No es fácil, porque en el mundo de la inmediatez en que vivimos, de la anestesia sensorial y del utilitarismo, existen infinitos estímulos que ofrecen placer instantáneo. Los llamados gustos adquiridos, que involucran un esfuerzo inicial por deconstruir el paladar para apreciar las incontables notas del dulzor oculto, quedan relegados a segundo plano. Las sociedades occidentales se asemejan hoy a un adolescente y, como diría Calvino, «las lecturas de juventud pueden ser
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Texturas. La experiencia sensorial de estar vivo. Una tarea que hice para mi máster de escritura creativa.

COVID-19

Ayer vi un video donde hacían una compilación de respuestas que daba Trump a preguntas como «¿Qué le diría a los americanos que tienen miedo?». Él, a casi todas, respondía: Eres un mal periodista. Ya superamos el millón de contagios. Tengo muy claro que quedan varios millones de personas más por enfermar, y quién sabe cuántos miles más (o millones, quizás) por morir. Si las estadísticas no fallan —aunque, siendo sinceros, siempre fallan— todos lamentaremos alguna pérdida en la pandemia. Podría ser mi abuela, mi papá, mi mamá, mis hermanos, Pedro, o yo mismo. O podría ser un paciente, o el abuelo de la polola de un amigo, o el conserje, la tía del furgón que me llevó cuando niño, no sé... nunca lo he sabido. La verdad, no me preocupa tanto eso, acepto las reglas del juego, la fragilidad de la(s) vida(s). Lo que me preocupa más son los que sobrevivirán, sobre todo los que seguirán viviendo sin haber ablandado su corazón, personas como Trump, personas a quienes le debemos esta crisis sa