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Turbulencia

 Why turbulence? Van Gogh pintó la turbulencia —flujo caótico e impredecible, opuesto al laminar— y terminó aniquilándose, devorándose a sí mismo como el catoblepas, amputándose primero una oreja y luego el receptáculo de su alma, como si con eso pudiera escapar de su efluvio disonante. ¿Qué es verdaderamente la turbulencia? 
La aniquilación del tiempo Relojes que en su eterno caminar Incluso sin conciencia de sus brazos Firmes, marcan del Gran Misterio el paso Y el ritmo inexorable de su andar Razón esclavizada de pensar Que el tiempo alcanzará un día su ocaso Que el pasado es real, que el resto es falso O que sólo es posible imaginar Razón, eres virtud de la humanidad Eres potencia justa, ¡eres calvario! Falsas promesas de felicidad ¡Oh razón, eres un mal necesario! Un malogrado filtro de verdad Mientes como un reloj, vil, carcelario.
...you stood by my side And life is wine 🍷

El suicida

La vida son sólo metáforas. Anoche soñé que un amigo —alguien sensible al caos— me acompañaba a ver a Juan Carlos y la Anto. Por algún motivo Pedro no quería ir. Todo iba bien, conversábamos de la novela que la Anto está a punto de publicar y nos tomábamos un trago mirando la noche penquista desde el piso quince. Yo también —en la vigilia, al menos— vivo en el piso quince. Yo también escribo una novela. Por eso me interesaba mucho lo que la Anto tuviera que decir al respecto. Pero mi amigo la cohibía, la incomodaba con sus maneras en extremo sensibles. Era él, en el sueño, un objeto delicadísimo e inestable. Y como era de esperarse, se rompió. No recuerdo exactamente qué dijimos o hicimos, pero sí que hubo algo ofensivo y violento en nuestras expresiones, en nuestra forma de referirnos al mundo, a él, a nosotros mismos. Mi amigo siente el impulso suicida que yo percibo en su forma de mirar la ventana. Era como si la ciudad lo llamara al abismo, a destruirlo todo. Y yo sentía su deseo.

La salud y la disonancia

Mi mal, como médico, es el diagnosticar constante —en ratos ociosos me hallo incluso, si me lo permite la palabra, diagnosticando lo indiagnosticable—. Que pueda hacer algo al respecto, ofrecer un tratamiento propicio, analgésico y curativo, no, eso no siempre es posible. Pero el análisis del que el algoritmo diagnóstico se vale involucra, ante todo, una disposición clínica abierta y analítica, concienzuda, siempre alerta para notar aquellas sutilezas que, en su conjunto, engloben un síndrome calificable como enfermedad. Y este último concepto no sólo es ambiguo, sino también elástico y cambiante, mas no por eso difícilmente alcanzable. Al contrario, todo indica que, aunque se lleve a cabo un exhaustivo cuidado de todas las dimensiones que componen al ser —física, mental, espiritual—, la enfermedad y su decadencia es el destino inexorable de todo cuerpo: así como lo son las arrugas para la piel lo es la artrosis para los huesos. Aún conociendo este fatídico desenlace, los médicos luc

Soñé que respiraba como un pez

Soñé que respiraba como un pez, me hundía en el agua en cada exhalación y, cuando ya no quedaba aire en mis pulmones, buscaba con mis brazos la superficie hasta que llegaba a ella junto a otros peces. Y después, colmado de oxígeno, bajaba de nuevo a las profundidades burbujeando lentamente el aire ya respirado, una burbuja más liviano y un centímetro más abajo, sin tocar nunca el fondo. Los peces me llevaban ventaja: hacían todo el proceso con tanta naturalidad que, visto desde afuera, sólo se apreciaba un fluido movimiento ondulante que recordaba un tórax expandiéndose con elegante armonía.