Entradas

Mostrando las entradas de mayo, 2019

Cauchemar

No recuerdo cómo ni por qué, pero me hallaba con Pilar -que representa todo lo que no me atrevo a decirme- frente a una distorsionada casa de mi abuela, que flotaba sobre unos pilotes y se veía tan cálida en ese atardecer color turmalina. La casa, aunque para mí era irreconocible desde afuera, tenía ese don de recordarme lo eterno, porque mientras existió siempre fue una constante en mi vida: todo lo demás cambiaría vertiginosamente, pero la casa parecía inmune al desgaste de los años porque había sido concebida fuera del tiempo que yo conocí. Había en ella dos palmeras centenarias, las únicas del pueblo, reconocibles desde lejos por su gran tamaño. Aprendí tantas cosas gracias a esas palmeras. En invierno le temía al viento porque arrancaba sus hojas que pesaban varios kilos y podían hacerme añicos (o al menos eso me decían); en verano me entretenía recogiendo los cocos. Había que hacer varias artimañas para poder comerlos: sacarlos de la vaina pegajosa, agitarlos cerca del oído para