Me gusta cuando mi mente está calma. Me recuerda a una noche en la que fuimos a caminar al lago Budi con Pedro y se veía el reflejo de la luna sobre el agua. Era una luna menguante cercana al horizonte, amarilla, casi rojiza, se veía tan grande en el cielo estrellado que me estremeció. Me hizo sentir minúsculo y la vez parte de algo enorme. Me hizo sentir eso que todos sabemos y recordamos vagamente, y que a la vez olvidamos día a día en este torbellino decadente AKA sociedad capitalista.

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