Siempre imaginé que la muerte vendría de sorpresa, como cuando me despertó una noche en mi primer año de Universidad porque se estaba llevando a mi tío. Sólo más tarde comprendí que su visita no era de cortesía. Que su naturaleza infecciosa no abandonaría a mis primas, a mi abuela, ni a mi.
Hoy veo a mi abuela y desconozco casi todo de ella. Me cuesta tanto descifrarla. La veo tan lenta, tan delgada y frágil. Cada día que pasa algún pequeño trozo de su esencia se va a algún lugar donde todo es confuso y, así como ella olvida si sus recuerdos son propios o ajenos, yo no sé hasta qué punto está ella dentro de ese cuerpo. A veces la veo como un noúmeno fundido en un pasado que nunca conocí y enraizado en el futuro a través de mi y de toda su descendencia. 

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