La vida son sólo metáforas. Anoche soñé que un amigo —alguien sensible al caos— me acompañaba a ver a Juan Carlos y la Anto. Por algún motivo Pedro no quería ir. Todo iba bien, conversábamos de la novela que la Anto está a punto de publicar y nos tomábamos un trago mirando la noche penquista desde el piso quince. Yo también —en la vigilia, al menos— vivo en el piso quince. Yo también escribo una novela. Por eso me interesaba mucho lo que la Anto tuviera que decir al respecto. Pero mi amigo la cohibía, la incomodaba con sus maneras en extremo sensibles. Era él, en el sueño, un objeto delicadísimo e inestable. Y como era de esperarse, se rompió. No recuerdo exactamente qué dijimos o hicimos, pero sí que hubo algo ofensivo y violento en nuestras expresiones, en nuestra forma de referirnos al mundo, a él, a nosotros mismos. Mi amigo siente el impulso suicida que yo percibo en su forma de mirar la ventana. Era como si la ciudad lo llamara al abismo, a destruirlo todo. Y yo sentía su deseo.
Why turbulence? Van Gogh pintó la turbulencia —flujo caótico e impredecible, opuesto al laminar— y terminó aniquilándose, devorándose a sí mismo como el catoblepas, amputándose primero una oreja y luego el receptáculo de su alma, como si con eso pudiera escapar de su efluvio disonante. ¿Qué es verdaderamente la turbulencia?
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