COVID-19

Ayer vi un video donde hacían una compilación de respuestas que daba Trump a preguntas como «¿Qué le diría a los americanos que tienen miedo?». Él, a casi todas, respondía: Eres un mal periodista.
Ya superamos el millón de contagios. Tengo muy claro que quedan varios millones de personas más por enfermar, y quién sabe cuántos miles más (o millones, quizás) por morir. Si las estadísticas no fallan —aunque, siendo sinceros, siempre fallan— todos lamentaremos alguna pérdida en la pandemia. Podría ser mi abuela, mi papá, mi mamá, mis hermanos, Pedro, o yo mismo. O podría ser un paciente, o el abuelo de la polola de un amigo, o el conserje, la tía del furgón que me llevó cuando niño, no sé... nunca lo he sabido. La verdad, no me preocupa tanto eso, acepto las reglas del juego, la fragilidad de la(s) vida(s). Lo que me preocupa más son los que sobrevivirán, sobre todo los que seguirán viviendo sin haber ablandado su corazón, personas como Trump, personas a quienes le debemos esta crisis sanitaria en primera instancia, personas que con tanta holgura le ponen un precio a la vida.
Siendo sincero estoy feliz de que todo se paralice. Me angustiaba pensar en mi impotencia como individuo ante el inminente cambio climático. Ahora me doy cuenta lo soberbio que fui al pensar que yo, como humano, podría matar algo tan grande como el poder de la naturaleza. La Tierra nos da una lección de humildad al subyugarnos para su propio autocuidado. Por eso, hoy confío en su sabiduría más que nunca. Que me lleve la pandemia, si es necesario, pero que no deje al poder hombres con el corazón tan agrio.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El suicida

Turbulencia